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SANTA

TERESA DE ÁVILA

1515 - 1582

Teresa de Jesús, mujer excepcional, genial escritora, santa y Doctora de la Iglesia, recibió del Señor un don, un carisma, que ha enriquecido de modo singular la vida eclesial, proyectando una nueva y potente luz sobre el misterio de la relación entre Dios y el hombre.

Ella nos revela, a través de su propio itinerario espiritual, que somos morada de Dios vivo, que podemos relacionarnos con El en diálogo íntimo, profundo y amistoso, describiendo con riqueza de símbolos la belleza y dignidad del alma humana creada y dotada de capacidades infinitas para esta comunión con Dios.

 

El Origen del Carmelo Teresiano hay que buscarlo allí, pues en ese diálogo de Teresa de Jesús con el Dios-Hombre cuya presencia viva experimenta se enriquece tanto que fructifica en renovadas experiencias carmelitanas como la nuestra actualmente, en la que además de todos los carismas que deseamos tener del carmelo original de Palestina, pasa por la experiencia de Teresa y Juan de la Cruz, para llegar a nuestra extención de vida misionera.

 

Es Jesús que sufre en la historia, y a quien ella y nosotros intentamos de alguna manera ayudar con nuestro particular estilo de vida. Los males de su tiempo se convierten para ella en desafío y le impulsan a profundizar en su ideal fundacional: no creará un recinto de tranquilidad para ella y sus monjas, sino un lugar de compromiso radical desde la misteriosa fuerza de la oración que se extiende a los frailes.

 

Por eso, los carmelitas misioneros vivimos este misterio oracional como encuentro personal y amoroso con Jesús, “en quien reside la plenitud de la divinidad”; es Él quien da sentido a nuestro estilo de vida y siembra en nuestro corazón el amor universal y la necesidad de asociarse a la Redención de todos los hombres, comprometiendo su existencia en una vida de entrega, de fe, esperanza y amor.

Santa Teresa de Jesús (1515-1582) es la fuente de inspiración y de orientación, es la Madre Fundadora del Carmelo Teresiano. Nació en Ávila, en el hogar Cepeda y Ahumada, el 28 de marzo de 1515.

Carmelita a los 20 años en el monasterio de La Encarnación de su ciudad natal, allí permanecerá por 27 años, hasta que el 24 de agosto de 1562 inaugura su propio y nuevo Carmelo. Tras nuevas, fuertes experiencias eclesiales, continúa, por ordenanza del superior general, P. Juan Bautista Rubeo de Ravenna, a partir de 1567 realizando o interviniendo en 17 fundaciones por la geografía española. Un año más tarde, 28 de noviembre de 1568, organiza con san Juan de la Cruz el comienzo de la nueva vida de los Carmelitas Descalzos en Duruelo, provincia de Ávila. A sus 67 años muere “hija de la Iglesia” en el monasterio de Alba de Tormes en la tarde del 4 de octubre de 1582.

Sus comunidades habrían de ser “pequeños colegios de Cristo”, aspirando a vivir fielmente los consejos evangélicos, fundadas en oración “como trato de amistad con quien sabemos nos ama”, en una fraternidad de iguales y de amigas, entregadas del todo en favor de la Iglesia. Los frailes habrían de tener el mismo corazón contemplativo y dedicarse con generosa actividad en servicio a la Iglesia.

Amante de la lectura desde su niñez, escribe algunos libros como clarificación de su conciencia ante confesores y directores espirituales o para ayudar en el camino espiritual a petición de superiores y de sus hermanas carmelitas. El Libro de la vida o Autobiografía es una radiografía de su vivencia interior en busca de Dios. En esta búsqueda se aferra con pasión cordial al Cristo “hombre”, que se convierte para ella en “libro vivo”. El Camino de Perfección, libro de formación para la primera generación de las carmelitas descalzas, sobre todo en punto a la vida de oración y a la vida fraterna en comunidad, con los nuevos ideales del Carmelo. El castillo interior o El libro de las moradas es la narración del proceso de su experiencia mística, centrada en Cristo y en el misterio de la Trinidad. En Las Fundaciones cuenta la historia anecdótica, externa y personal de los monasterios que le tocó fundar, hasta el de Burgos en 1582.

Junto a estas obras mayores hay que anotar sus escritos menores, siempre ricos en contenido espiritual y valor literario. Teresa de Jesús es una escritora testimonial de sus convicciones, de su experiencia, de la obra de Dios en su alma. Una sinceridad cautivante recorre todas sus páginas. Un conjunto excepcional forman las casi 500 cartas que se han conservado. Allí se manifiesta el mundo variopinto de destinatarios con que trató en la península ibérica, en Roma, en América. Sobre todo aparece espontáneamente la humanidad de la vida diaria, y los grandes ideales de su alma -la entrega amorosa a la divinidad, a Cristo, a su Iglesia- encarnados con toda naturalidad en las relaciones, preocupaciones y estados anímicos.

Santa Teresa de Jesús tiene su propio capítulo en la historia de la mística cristiana y de la literatura castellana. Beatificada el 24 de abril de 1614, fue canonizada el 12 de marzo de 1622. Pablo VI la nombró el 18 de septiembre de 1965 “patrona principal de los escritores católicos de España”. El mismo Papa Montini el 27 de septiembre de 1970 la declaró primera doctora –mujer- de la Iglesia.

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